Trilce XXVI

[Juan Carlos Villavicencio (Santiago)]

Atravesando el sol cada nudo de las Tierras
se notan los rasgos del presente en cada
                                           lágrima,
la visión de la sangre derramada cruel
en cada biblioteca ardiendo i sus puñales,
en cada Templo herido de nuestros muertos en el Sur.

Un nudo destruido retorna desde las cenizas, un ojo ahí,
más allá otro ojo ahora entre los dientes,
                                    desgajados i
                                    atrapados en la historia.
Otro nudo arde o ya ha sido calcinado
por la Vía Láctea con forma de mujer o diosa,
que abriga como alpaca en las alturas
las alas desgarradas por la arena i frío
más alas los ojos que ojos la memoria.

Así el fin i su propio derrotero, como uno i todo,
como un bosque en sueños a la espera
de una nueva grieta en la realidad ajada,
a la luz de la estrella la gente de la tierra / sus raíces.
Desde un átomo a otro, rasgado el silencio del vacío,
                                    ya para qué tanta oscuridad.

Las falanges aquellas a ver si duelen en el aire
al buscar su piel exiliada en los espejos.
Desde entonces crecen dentro de cada uno hacia el pasado,
                                    mueren la mañana del olvido
                                    i en el presente van i vienen
                                    si van i deciden acaso si volver.

Nuestra flor i tumba / todo hueso. Avanza ardiendo el grito
desde un Sur de musgo húmedo y alerce
una flecha o lanza hasta la estrecha sombra
                                         de tus «senos aunados».

Junto al fuego de la noche
de una nueva era DECIDIDA,
la solitaria reina de oros se torna
auténtica reina de islas,
sonriente reina de un nuevo mar
frente a una cautiva cruz sangrando
otras ciudades moribundas / este feroz atardecer.