Trilce XVII
[Juan Carlos Orihuela (La Paz)]
Umbral de los sonidos, dispersión de lo desconocido, silencio ocupado por espacios y enigmas, ámbito oblicuo, Trilce es un animal en apronte centenario que desafía e interpela fracturando el lenguaje convencional hasta tocar los límites del contrasentido y la paradoja.
¿Es Trilce un neologismo huérfano sin destino ni origen, o el nombre de una flor de Santiago de Chuco o, como habría declarado Vallejo en alguna ocasión, se trata simplemente de un hermoso invento que no quiere decir nada? El hecho es que, misterios a cuestas, trilce será el signo que defina el itinerario de los LXXVII atrevimientos que constituyen esta apropiación, esta irreverente torsión del lenguaje que luego nos será devuelto hecho jirones después de inventar una realidad poética única.
Entre sentidos trastocados, hechos añicos, asistimos a un inagotable constelación de imágenes y metáforas audaces que inducen a la ruptura de todas las fronteras, creando, más bien, una tensión apátrida entre opuestos que se tocan en la unidad de sus multiplicaciones, tal cual se pone de manifiesto en el poema XVII: Destílase este 2 en una sola tanda, / y entrambos lo apuramos. / Nadie me hubo oído. Estría urente / abracadabra civil .
Se destruye el espacio, la gramática y sus formas establecidas, desordenando el universo, desacralizando la melodía única, desafinándola; carcome las normas de la lógica convencional para construir, mordaz, a partir del azar y de la muerte: La mañana no palpa cual la primera / cual la última piedra ovulandas / a fuerza de secreto. La mañana descalza .
Y es que sucede que ya no hay arriba porque ya no hay abajo. Ya no hay antes porque ya no hay después, ni hay saber porque no se sabe nada, y lo que hay está desgarrado, abolido por la muerte: El barro a medias / entre sustancias gris, más y menos.
Lenguaje insatisfecho, ¿por dónde anduviste, César?, ¿qué miraste desde tu orfandad, desde tu solitaria multitud?, ¿qué números inquietaron tus señales vacías? Salto a la intemperie anónima de tu infancia, cuéntanos qué navegaciones ocultaron tus perturbados ojos de puma y de guanaco: Caras no saben de la cara, / ni de la / marcha a los encuentros. / Y sin hacia cabecee el exergo. / Yerra la punta del afán . En este lenguaje disonante las obsesiones se alojan inmóviles, carentes de espacio y tiempo, y desde esa quietud inquisidora construyen un universo de espejos contrapuestos que conciben una realidad a partir de un avasallante absurdo intuitivo.
Evocación y vértigo, desencanto y pasión, Trilce fustiga sus bueyes hasta el hartazgo buscando el centro en lo más crudo de lo cotidiano: Junio, eres nuestro. Junio, y en tus hombros / me paro a carcajear, secando / mi metro y mis bolsillos / en tus 21 uñas de estación. / Buena! Buena!
La Paz, noviembre de 2020